No solo enumera la larga lista de romances de la esposa de Nicolas Sarkozy en sus épocas de modelo y cantante (entre ellos Mick Jagger y Eric Clapton), sino que además sostiene que Carla no ha renunciado a su pasado festivo ni a las conductas que cimentaron su fama de comehombres. También afirma y detalla sobre la afición de la primera dama a las cirugías estéticas.
Pero, seguramente una de las revelaciones más incómodas, sea la de que, en el último verano, Bruni humilló a Sarkozy imponiéndole la presencia de tres de sus ex amantes a los que invitó a compartir vacaciones con ellos en su residencia de Cap Nègre, sobre el Mediterráneo.
Obviamente, Bruni aseguró que no va a leer el libro, al que describió como “nada interesante y plagado de errores”. En cambio, seguramente sí conoce en detalle el contenido de otro, que se publica en simultáneo con esta indeseable biografía, lo que en opinión de la mayoría de los analistas no es casualidad.
La sospecha de que este segundo libro, Carla y los ambiciosos, de los periodistas Michaël Darmon e Yves Derai –y que es un encargo de la propia presidencia– se incrementa cuando de sus páginas surge una Bruni que rodea a su esposo, no de ex amantes como afirma la biografía no autorizada, sino de familiares y amigos para almorzar pastas preparadas por sus propias manos.
Con todo, quizás el matrimonio presidencial francés no debería preocuparse tanto por un posible deterioro de su imagen. Una encuesta reciente del instituto LH2, encargada por la revista Le Nouvel Observateur, arroja como resultado que el 54% de los franceses tiene “una buena opinión” de Carla Bruni, contra sólo 27% que tiene “una mala opinión”, y un 19% que no se pronuncia.
Muy afortunadamente, el 71% de los franceses cree que Carla da una buena imagen como primera dama de Francia en el exterior del país.
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