miércoles, 1 de septiembre de 2010

Quitar al osito a esos desalmados es lo mejor que hemos hecho como agentes de transito


El osezno 'Aragón' crece sano en Cabárceno gracias a los cuidados y los conocimientos que le han dedicado, primero en Zaragoza y ahora en Cantabria, muchas personas, y merced al dinero que las instituciones están dispuestas a invertir en la causa. Pero la cría habría muerto de no ser por el celo profesional de dos guardias civiles que sospecharon de la extraña maniobra de un coche, le dieron el alto y obligaron a sus dos ocupantes a abrir el maletero. Los agentes Chamorro y Veiga se preguntan todavía «cómo pudieron esos desalmados maltratar al animalico de esa manera».


El 4 de junio, Manuel Chamorro Carpio y Sergio Veiga Abad, agentes del subsector de Tráfico de la Guardia Civil de Zaragoza, salieron juntos a patrullar por la autovía A-2 y se encontraron en el trayecto con un BMW. «Lo rebasamos y nos pusimos delante sin intención de pararlo. Pero el vehículo tomó de forma brusca la primera salida, en dirección Madrid. Atravesó el cebreado (área de rayas blancas). Esa maniobra, además de ser una infracción, nos infundió sospechas, así que lo seguimos y le dimos el alto», relata Chamorro, que lleva veinte años en el Cuerpo.

«No vamos haciendo abrir los maleteros a todo el mundo, pero estos señores habían dado indicios de querer evitar nuestra presencia y eso nos movió a ser exhaustivos», aclara su compañero. Cuando los dos rumanos que viajaban a bordo abrieron la puerta trasera del vehículo, los guardias descubrieron varios bultos de equipaje, dos recipientes de combustible vacíos y un transportín para mascotas del que sólo se veía la parte trasera.
 
Asomaba una manita»


«Les preguntamos por las garrafas de gasóleo. Las llevaban porque habían hecho el viaje desde Rumanía de un tirón, sin parar a repostar en gasolineras. Como la jaula estaba al revés, no se veía el interior y les preguntamos qué había dentro. Dijeron que un perro. Pero vimos asomar una manita por una rendija. Esa garrita no era de perro. Les pedimos que extrajeran el transportín y comprobamos que era un osito pequeño. Nos quedamos con la boca abierta. Eso no le pasa a uno todos los días», recuerda Chamorro.

«Nos dio mucho coraje verlo en esas condiciones. Era una cosica pequeñica. No sé cómo pudieron maltratar de esa manera a un animal tan bonito, a un cachorro. El maletero era un habitáculo totalmente cerrado. Además, estaba lleno de trastos y los dos bidones despedían un olor penetrante. El calor era tremendo. Seguramente el osito iba inconsciente o aturdido después de tantas horas, porque al principio no se movía ni hacía ruido», señala Sergio Veiga.

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